El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

miércoles, 19 de julio de 2017

La oveja negra del kiosco


Son incontables las marcas que saben tener su propio ejército de seguidores autoconvocados que luchan para que su golosina favorita vuelva a circulación o bien que su suministro en los kioscos esté asegurado. Pero de alguna manera es un mérito tener una grandísima cantidad de gente que en lugar de querer su regreso, quiere la retirada de una golosina que detestan profundamente y lo dicen cada vez que pueden. Ése ha sido el curioso destino de aquél caramelo denominado Media Hora: hace décadas que circula en el mercado pero pareciera ser que hay más gente que lo repudia que simpatizantes. Se trata de una golosina verdaderamente antigua: según el libro “Uribelarrea, un pueblo de puertas abiertas”, en dicha localidad del barrio de Chacarita el inmigrante asturiano don Rufino Meara fundó una fábrica de golosinas aproximadamente en 1952. El caramelo media hora era la estrella de dicha fábrica, pero también se producían otras variedades de golosinas sabor leche e inclusive supo producirse leche condensada. Este mismo Rufino Meara también fue el creador de los alfajores Gran Casino de Mar del Plata, junto a su socio Zacarías López. El origen del sabor del caramelo es un enigma: por qué a estos artesanos de la golosina se les ocurrió crear un producto sabor a anetol es algo que se desconoce. El anetol es el principal componente del aceite de anís, para lo cual de ahí viene su etimología. También es un extracto presente en el hinojo y fuera del mundo de la golosina se le encontraron ciertas características terapéuticas como digestivo y como componente para fabricar hormonas femeninas. Increíblemente con el correr de los años ha conservado ese ambiguo sabor, entre amargo y adictivo, que genera a más de uno un leve adormecimiento de la boca. Y de un enigma pasamos a otro aún mayor: ¿exactamente por qué se llaman “Media Hora”? Hay dos teorías: la más afianzada indica que era el tiempo teórico que duraba dicho caramelo en la boca, fenómeno que ha generado desafíos en Internet con gente cronometrando a ver si se llega a dicho tiempo, no lográndolo en ningún caso. La otra teoría, no tan difundida, anuncia que en la mítica fábrica “Rufino Meara Sociedad Anónima Comercial, Industrial, Financiera y Agropecuaria SACIFA”  media hora antes de su cierre se limpiaban las máquinas: los restos de golosinas que allí se formaban eran la materia prima del caramelo en cuestión al día siguiente. Sea esto cierto o no, la cuestión es que estos caramelos trascendieron la fábrica de Don Rufino (que cerró en 1984) gracias a pasar a las manos de Stani, quienes a partir de allí continuaron con su irrenunciable producción. Stani a su vez luego sería vendida durante los 90 al grupo multinacional formado por Cadbury y Adams, para luego terminar fusionándose con Kraft Foods y dando origen a Mondelez International. Este gigantesco monstruo de las golosinas (propietario también de Terrabusi, Canale, Royal y Oreo) ha decidido volver a fabricar los Media Hora, los cuales habían desaparecido en los últimos tiempos. Así llegamos a los envoltorios de la foto: inmutables en su diseño clásico, pero con el sello de Mondelez a los costados impreso por primera vez. No sólo es famoso en la Argentina sino también en Chile, donde la licencia para su producción la tiene Arcor, generando envases muy diferentes pero con su sabor tan especial igual de intacto que siempre, lo mismo que sus queridos enemigos que siguen fracasando en su campaña para que desaparezca de la faz de la Tierra. No lo lograrán: el Media Hora, "el del relojito", tiene sus silenciosos e introvertidos adeptos que disfrutan como siempre ese sabor amargo, melancólico y que genera sensaciones encontradas. Un caramelo con sabor a tango. Un caramelo así no puede dejar de estar representando el ser argentino…  

2 comentarios:

  1. la verdad. nunca me gusto. a mi mama sii!¡ jaja

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  2. Siempre me resultaron horribles, pero me recuerdan años muy felices...eso lo compensa....

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